miércoles, 10 de febrero de 2016

Hoy si que me duelen a mi los adoquines de Sevilla


Es ley de vida pero hoy de una vida llena de satisfacciones, sentimientos y corazón, por que me consta que lo tenía como el propio universo, yo no se como cabía en ese pecho. Hoy estoy triste, muy triste, ayer también ... por que aunque la lucha ha sido dura y las noticias llegaban, no me imaginaba nunca que pudiera suceder, aunque la vida misma te lo va demostrando día a día.

Se nos ha ido un grande, un hombre, un amigo, un maestro, un capataz, un costalero... mi amigo y maestro, y ahora explicaré el por que, don Antonio López Delgado, conocido en el mundo de la Patrona de los Capataces y Costaleros, como «Antonio, el cantaor».

Corría una fría noche de ensayo por el Tiro de Línea cuando un chiquillo junto a su padre cogían dos líneas de buses para alcanzar la zona sur de la ciudad en busca de una noche de kilos, costales, morcillas y música... nadie me dijo como iba a terminar, si no que como dice un buen amigo, «vamos a vivirlo».

Llegamos al principio de la Avenida de los Teatinos, cuando era una avenida interminable, para arribar en la parroquia de Santa Genoveva. Primero con parada en el extinto bar «Viruta», para posteriormente pasar por las peñas futbolísticas del barrio, el colegio de los alambres y llegar a la zona teatinera por excelencia. 

El padre le presentaba al niño todo aquel cuanto se cruzase, mira niño, este es el «Vaca» y el «Ayala», dos costaleros que sacan el paso y muchísimos más... 

Caminando hacía el almacén de los pasos, le pregunta un hombre bajito a este hombre que si era su hijo -mira niño este es el capataz Pepe Villa- a esto que se acerca el añorado Antonio López Delgado -hombre uno que quiere aprender el oficio... tu estate atento a todo-, niño es el «López» capataz de muchos pasos, el va en los Gitanos...

Pasó ese primer año de conocimiento, para que en uno de los ensayos, del año venidero, tras las continuas tradiciones de llegada al barrio, ese niño tomara por testigo el radio-cassette de los ensayos... La ilusión era tan grande que llevaba en su chaquetón de diario, varias cintas con marchas procesionales para todos los gustos, el niño era pura ilusión por que era participe directo en el discurrir del ensayo, estando aún más cerca del trabajo de los hombres del costal y pendiente del desarrollo entorno al martillo.

El paso salió del almacén -Niño cuando yo te avise de das a la música-, de acuerdo Pepe, -marchas alegres que somos una cofradía de barrio-, lo que usted diga. 

El paso llega a la esquina, el niño preparaba una marcha en el cassette con unas pilas supercargadas, todo se disponía para comenzar la tarea encomendada, cuando de momento Antonio López Delgado, se dirigía al niño con la ya celebre frase, -Tejera, dale a la música- y de forma "ipso facta", la banda interpretaba en cassette la composición elegida....

El niño hoy en día es un hombre y el padre futuro abuelo... nunca olvidaré esas noches de frío invierno, donde no me puedo olvidar tampoco de Joaquín Arroyo, otro que me enseñó tela. Pero, Antonio López Delgado junto con Pepe Villa, fue el que me inculcó el veneno del oficio, el trabajo bien hecho, la obediencia y los manejos de un mundo tan grande como el corazón de mi amigo, Antonio López Delgado.

Maestro, en el cielo ya estás con tus amigos, que era muchos ... la Patrona, tu Patrona te tiene un sitio reservado en un lugar de privilegio.

Un abrazo maestro.

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