El trabajo hecho, cumplida la estación, se preparan los zancos para entronizar en el templo a la Madre de los Sevillanos, la Virgen sea cual sea su advocación gloriosa o dolorosa, es el momento de recordar lo vivido y esperar lo futuro, siempre bajo el manto de ella.
El último resto, lo que queda de fuerzas se da en este último paso que es la entrada triunfal.
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