martes, 6 de agosto de 2013

La Basílica de la Macarena: Un monumento de visita obligada


Cuenta hoy el periódico ABC, que la Basílica de Santa María de la Esperanza Macarena es uno de los monumentos más visitados de nuestra Ciudad, y mi respuesta es -lógico si allí habita la Madre de Dios y Madre Nuestra-.

Dentro de una escala de diez, la basílica macarena ocupa el octavo puesto del ranking hispalense, siendo uno de los mayores atractivos para el turista. Allí el que llega, se impregna de Esperanza, de arte que atesora sus altares, sus pinturas, su iconografía, el maravilloso tesoro que a lo largo de los siglos ha aglutinado la Cofradía de la Madrugá y como no, el arte puro del macarenismo, por excelencia.

Su construcción fue iniciada en 1941, cuando el 13 de abril, Pedro Segura y Sáenz, arzobispo de Sevilla, bendijo los terrenos en los que se edificó y colocó la primera piedra del templo; y finalizada el año 1949, siendo bendecida el 18 de marzo por el mismo arzobispo y actuando como padrinos Queipo de Llano y Serafina Salcedo, y consagrada por el cardenal José María Bueno Monreal, arzobispo de la ciudad, el 7 de octubre de 1966.

La obra fue llevada a cabo por el arquitecto sevillano Aurelio Gómez Millán, y se trata de un edificio de una sola nave con capillas laterales. El templo obtuvo la dignidad de Basílica Menor por una bula de 12 de noviembre de 1966 concedida por el papa Pablo VI, siendo de este modo el primer templo sevillano en ostentar esta dignidad.

Cuenta con tres capillas principales donde se instalan las tres principales devociones macarenas: El altar principal, el retablo es de estilo neobarroco y alberga la Virgen de la Esperanza Macarena, una imagen anónima de finales del siglo XVII o principios del XVIII. Fue realizado en 1949 por Juan Pérez Calvo y Rafael Fernández del Toro; la imaginería es del gaditano Luis Ortega Bru y el dorado de Antonio Sánchez. El conjunto tiene una altura de 12 m y se dispone en dos cuerpos y ático que alberga alegorías de las tres virtudes teologales cristianas. La decoración del camarín de la virgen fue ejecutada por López Morelló y el interior y exterior de plata del orfebre Fernando Marmolejo Carmargo.

A la izquierda, el altar del Señor, en el lado del Evangelio está destinada al culto de Nuestro Padre Jesús de la Sentencia, una imagen de vestir realizada por Felipe de Morales en 1654. La imagen se sitúa en un altar que el taller de Pérez Calvo realizó en 1951, y es una donación de los funcionarios del Ministerio de Justicia. Está inspirado en el barroco, y compuesto de un cuerpo con tres calles, presidiendo el central el camarín del Señor. La imaginería también es de Ortega Bru, y las calles laterales sostienen cartelas de San Gonzalo y Santa Genoveva, y el conjunto está rematado por un relieve de la Virgen del Pilar, patrona de la Hispanidad.

A la derecha, en la nave la Epístola, esta destinada a la imagen letifica de Ntra. Sra. del Santo Rosario, una imagen de vestir atribuida a Pedro Duque Cornejo, mientras que la del Niño Jesús que sostiene dormido en brazos corresponde a las primeras décadas del siglo XVI, sin que se conozca su autoría. En su origen la talla de la Virgen era de bulto, y fue transformada en una imagen de candelero. Fue restaurada en profundidad por Manuel Gutiérrez Reyes-Cano en 1882; en 1960 le talló unas nuevas manos Antonio Eslava Rubio y finalmente en 1980 es restaurada de nuevo por Francisco Arquillo Torres.

La imagen pertenecía a la cofradía de Nuestra Señora del Rosario, con sede en la iglesia de San Gil, y al trasladarse a ella en el siglo XVII se fusionó con la de la Esperanza.

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